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San Marcos 7:21-23-37 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

21-23. Porque si alguien dice cosas malas, es porque es malo y siempre está pensando en el mal, y en cómo hacer cosas indecentes, o robar, o matar a otros, o ser infiel en el matrimonio. Esa gente vive pensando solamente en cómo hacerse rica, o en hacer maldades, engañar, ser envidiosa, insultar y maldecir a otros, o en ser necia y orgullosa.»

24. Después, Jesús salió de allí y fue hasta la región de la ciudad de Tiro. En ese lugar, se quedó unos días en una casa, y no quería que nadie supiera dónde estaba. Pero no pudo esconderse.

25-26. Una mujer supo que Jesús estaba en el lugar, y fue a buscarlo, pues su hija tenía un espíritu malo. Esta mujer no era judía; era de la región de Fenicia, que está en Siria. Cuando encontró a Jesús, se arrodilló delante de él y le rogó que librara del espíritu malo a su hija.

27. Pero Jesús le dijo:—Deja que primero coman los hijos, pues no está bien quitarles la comida para echársela a los perros.

28. Y ella le contestó:—¡Señor, eso es cierto! Pero aun los perros comen las sobras que se les caen a los hijos debajo de la mesa.

29. Jesús le dijo:—¡Mujer, es muy cierto lo que dices! Vete tranquila a tu casa, pues el demonio ya salió de tu hija.

30. La mujer regresó a su casa y, cuando llegó, encontró a su hija acostada en la cama. El demonio ya había salido de ella.

31. Jesús volvió a salir de la región de Tiro. Pasó por la región de Sidón y llegó al Lago de Galilea, en el territorio de Decápolis.

32. Allí le llevaron a Jesús un hombre sordo y tartamudo, y le rogaron que pusiera las manos sobre él para sanarlo.

33. Jesús tomó al hombre y lo llevó aparte, lejos de la gente. Luego puso sus dedos en los oídos del hombre y le puso saliva en la lengua.

34. Después miró al cielo, suspiró y dijo: «¡Efatá!», palabra que significa «¡Ábrete!»

35. En ese momento el hombre pudo oír y hablar normalmente.

36. Jesús le ordenó a la gente que no se lo contara a nadie; pero cuanto más lo ordenaba, más lo contaba la gente,

37. porque estaba muy admirada y decía: «Jesús todo lo hace bien. ¡Hasta puede hacer que los sordos oigan y que los mudos hablen!»

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