1. Jesús y sus discípulos cruzaron el Lago de Galilea y llegaron a un lugar cerca del pueblo de Gerasa.
2-6. Allí había un cementerio, donde vivía un hombre que tenía un espíritu malo. Nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. ¡Cuántas veces lo habían encadenado y le habían sujetado los pies con gruesos aros de hierro! Pero él rompía las cadenas y despedazaba los aros. ¡Nadie podía con su terrible fuerza! Día y noche andaba en el cementerio y por los cerros, dando gritos y lastimándose con piedras.En el momento en que Jesús bajaba de la barca, el hombre salía del cementerio, y al ver a Jesús a lo lejos, corrió y se puso de rodillas delante de él.
7-8. Jesús ordenó al espíritu malo:—¡Espíritu malo, sal de este hombre!Entonces el espíritu malo le contestó a gritos:—¿Qué tengo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios altísimo? ¡No me hagas sufrir! ¡Por Dios, te pido que no me hagas sufrir!
9. Jesús le preguntó:—¿Cómo te llamas?Él respondió:—Me llamo Ejército, porque somos muchos los malos espíritus que estamos dentro de este hombre.
10. Por favor, te ruego que no nos mandes a otra parte.
11. En una colina, cerca de donde estaban, había unos dos mil cerdos comiendo.
12. Entonces los malos espíritus le rogaron a Jesús:—¡Déjanos entrar en esos cerdos!
13. Jesús les dio permiso, y ellos salieron del hombre y entraron en los cerdos. Los animales echaron a correr cuesta abajo, hasta que cayeron en el lago y se ahogaron.
14. Los que cuidaban los cerdos corrieron al pueblo y contaron a todos lo sucedido. La gente fue a ver lo que había pasado.
15. Cuando llegaron a donde estaba Jesús, vieron al hombre que antes estaba endemoniado, y lo encontraron sentado, vestido y portándose normalmente. Los que estaban allí temblaban de miedo.
16. Las personas que vieron cómo Jesús había sanado a aquel hombre empezaron a contárselo a todo el mundo.
17. Pero la gente le pidió a Jesús que se fuera a otro lugar.