Capítulos

  1. 1
  2. 2
  3. 3
  4. 4
  5. 5
  6. 6
  7. 7
  8. 8
  9. 9
  10. 10
  11. 11
  12. 12
  13. 13
  14. 14
  15. 15
  16. 16
  17. 17
  18. 18
  19. 19
  20. 20
  21. 21
  22. 22
  23. 23
  24. 24
  25. 25
  26. 26
  27. 27
  28. 28
  29. 29
  30. 30
  31. 31
  32. 32
  33. 33
  34. 34
  35. 35
  36. 36
  37. 37
  38. 38
  39. 39
  40. 40
  41. 41
  42. 42

Antiguo Testamento

Nuevo Testamento

Job 4 Reina Valera Gómez (RVG)

1. Y respondió Elifaz el temanita, y dijo:

2. Si probáremos a hablarte, te será molesto; pero, ¿quién podrá detener las palabras?

3. He aquí, tú enseñabas a muchos, y las manos débiles corroborabas;

4. al que tropezaba, enderezaban tus palabras, y esforzabas las rodillas que decaían.

5. Mas ahora que el mal ha venido sobre ti, te desalientas; y cuando ha llegado hasta ti, te turbas.

6. ¿Es éste tu temor, tu confianza, tu esperanza, y la integridad de tus caminos?

7. Recapacita ahora, ¿quién siendo inocente pereció? Y ¿en dónde los rectos fueron cortados?

8. Como yo he visto, los que aran iniquidad y siembran injuria, la siegan.

9. Perecen por el aliento de Dios, y por el soplo de su furor son consumidos.

10. El rugido del león, y la voz del león, y los dientes de los leoncillos son quebrantados.

11. El león viejo perece por falta de presa, y los hijos del león son dispersados.

12. El asunto también me era a mí oculto; mas mi oído ha percibido algo de ello.

13. En imaginaciones de visiones nocturnas, cuando el sueño cae sobre los hombres,

14. me sobrevino un espanto y un temblor, que estremeció todos mis huesos;

15. y un espíritu pasó por delante de mí, que hizo se erizara el pelo de mi carne.

16. Se paró un fantasma delante de mis ojos, cuyo rostro yo no conocí, y quedo, oí que decía:

17. ¿Será el mortal más justo que Dios? ¿Será el hombre más puro que su Hacedor?

18. He aquí que en sus siervos no confía, y notó necedad en sus ángeles;

19. ¡Cuánto más en los que habitan en casas de barro, cuyo fundamento está en el polvo, y que serán quebrantados por la polilla!

20. De la mañana a la tarde son destruidos, y se pierden para siempre, sin haber quien lo considere.

21. Su hermosura, ¿no se pierde con ellos mismos? Mueren, aun sin sabiduría.