21. Y predican ritos, los cuales no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos Romanos.
22. Y agolpóse el pueblo contra ellos: y los magistrados rompiéndoles sus ropas, les mandaron azotar con varas.
23. Y después que los hubieron herido de muchos azotes, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con diligencia:
24. El cual, recibido este mandamiento, los metió en la cárcel de más adentro; y les apretó los pies en el cepo.
25. Mas á media noche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos á Dios: y los que estaban presos los oían.
26. Entonces fué hecho de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se movían; y luego todas las puertas se abrieron, y las prisiones de todos soltaron.
27. Y despertado el carcelero, como vió abiertas las puertas de la cárcel, sacando la espada se quería matar, pensando que los presos se habían huído.
28. Mas Pablo clamó á gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal; que todos estamos aquí.
29. El entonces pidiendo luz, entró dentro, y temblando, derribóse á los pies de Pablo y de Silas;
30. Y sacándolos fuera, le dice: Señores, ¿qué es menester que yo haga para ser salvo?
31. Y ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú, y tu casa.
32. Y le hablaron la palabra del Señor, y á todos los que estan en su casa.
33. Y tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó los azotes; y se bautizó luego él, y todos los suyos.
34. Y llevándolos á su casa, les puso la mesa: y se gozó de que con toda su casa había creído á Dios.
35. Y como fué, día, los magistrados enviaron los alguaciles, diciendo: Deja ir á aquellos hombres.
36. Y el carcelero hizo saber estas palabras á Pablo: Los magistrados han enviado á decir que seás sueltos: así que ahora salid, é id en paz.