28. Porque decía: Si tocare tan sólo su manto, quedaré sana.
29. Y al instante la fuente de sangre se secó, y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel padecimiento.
30. E inmediatamente Jesús, conociendo en sí mismo que había salido virtud de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos?
31. Y le dijeron sus discípulos: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?
32. Y él miraba alrededor para ver a la que había hecho esto.
33. Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella se había hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad.
34. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; ve en paz y queda sana de tu aflicción.
35. Y mientras él aún hablaba, vinieron de la casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto, ¿para qué molestas más al Maestro?
36. Pero Jesús, oyendo lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente.
37. Y no permitió que nadie fuese con él sino Pedro, y Jacobo y Juan, hermano de Jacobo.