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Marcos 5:11-29 Reina-Valera 1909 (RVR1909)

11. Y había allí cerca del monte un gran hato de cerdos paciendo.

12. Y le rogaron todos los demonios, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.

13. Y Jesús se lo permitió. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los cerdos, y el hato se lanzó al mar por un despeñadero, los cuales eran como dos mil; y en el mar se ahogaron.

14. Y los que apacentaban los cerdos huyeron y dieron aviso en la ciudad y en los campos. Y salieron para ver qué era aquello que había acontecido.

15. Y vinieron a Jesús y vieron al que había sido atormentado por el demonio, y que había tenido la legión, sentado y vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.

16. Y los que lo habían visto les contaron lo que le había acontecido al que había tenido el demonio, y lo de los cerdos.

17. Y comenzaron a rogarle a Jesús que se fuese de sus contornos.

18. Y entrando él en la barca, el que había estado poseído por el demonio le rogaba que le dejase estar con él.

19. Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo y cómo ha tenido misericordia de ti.

20. Entonces se fue y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho con él; y todos se maravillaban.

21. Y pasando otra vez Jesús en una barca al otro lado, se reunió alrededor de él una gran multitud; y él estaba junto al mar.

22. Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo; y cuando le vio, se postró a sus pies

23. y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está al borde de la muerte; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y viva.

24. Y fue con él, y le seguía una gran multitud, y le apretaban.

25. Y una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años,

26. y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía, y de nada le había aprovechado, sino que le iba peor,

27. cuando oyó hablar de Jesús, se acercó por detrás entre la multitud y tocó su manto.

28. Porque decía: Si tocare tan sólo su manto, quedaré sana.

29. Y al instante la fuente de sangre se secó, y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel padecimiento.

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