38. Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
39. Y otra vez fue y oró, y dijo las mismas palabras.
40. Y al volver, los halló otra vez durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño; y no sabían qué responderle.