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Lucas 4:25-41 Reina-Valera 1909 (RVR1909)

25. Mas en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra;

26. pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón.

27. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio.

28. Entonces todos en la sinagoga se llenaron de ira al oír estas cosas;

29. y levantándose, le echaron fuera de la ciudad y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle.

30. Pero él pasó por en medio de ellos y se fue.

31. Y descendió a Capernaúm, ciudad de Galilea. Y les enseñaba en los días de reposo.

32. Y se maravillaban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad.

33. Y había en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz,

34. diciendo: ¡Déjanos!, ¿qué tienes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres: el Santo de Dios.

35. Y Jesús le reprendió, diciendo: ¡Enmudece y sal de él! Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él y no le hizo daño alguno.

36. Y hubo asombro en todos, y hablaban entre sí, diciendo: ¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?

37. Y su fama se divulgaba en todas partes por todos los lugares de la comarca.

38. Entonces Jesús se levantó, salió de la sinagoga y entró en casa de Simón; y la suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le rogaron por ella.

39. E inclinándose hacia ella, reprendió la fiebre, y la fiebre la dejó; y en seguida ella se levantó y les servía.

40. Y al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba.

41. Y también salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: ¡Tú eres el Hijo de Dios! Pero él los reprendía y no los dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo.

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