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Hechos 27:2-21 Reina-Valera 1909 (RVR1909)

2. Y, embarcándonos en una nave adramitena, zarpamos, estando con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica, para navegar por las costas de Asia.

3. Al otro día llegamos a Sidón; y Julio, tratando humanamente a Pablo, le permitió que fuese a los amigos para ser atendido por ellos.

4. Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos al abrigo de Chipre, porque los vientos eran contrarios.

5. Y habiendo atravesado el mar frente a Cilicia y Panfilia, arribamos a Mira, ciudad de Licia.

6. Y hallando allí el centurión una nave alejandrina que zarpaba para Italia, nos embarcó en ella.

7. Navegando despacio muchos días, y habiendo llegado a duras penas frente a Gnido, porque el viento nos lo impedía, navegamos al abrigo de Creta, frente a Salmón.

8. Y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.

9. Y habiendo pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, porque ya había pasado el ayuno, Pablo los amonestaba,

10. diciéndoles: Varones, veo que la navegación va a ser con peligro y mucha pérdida, no sólo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras personas.

11. Pero el centurión creía más al piloto y al capitán de la nave que a lo que Pablo decía.

12. Y como el puerto no era cómodo para invernar, la mayoría acordó zarpar también de allí, por si pudiesen arribar a Fenice, que es un puerto de Creta que mira al noroeste y suroeste, e invernar allí.

13. Y soplando suavemente el viento del sur, pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban, levaron anclas e iban cerca de la costa de Creta.

14. Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado que se llama Euroclidón.

15. Y siendo arrebatada la nave, y no pudiendo hacerle frente al viento, nos dejamos llevar a la deriva.

16. Y habiendo navegado al abrigo de una pequeña isla que se llama Clauda, apenas pudimos sujetar el esquife;

17. y una vez subido éste a bordo, usaban refuerzos para ceñir la nave; y teniendo temor de que diesen en las arenas de Sirte, arriaron las velas y quedaron a la deriva.

18. Pero siendo azotados por una furiosa tempestad, al siguiente día comenzaron a aligerar la nave.

19. Y al tercer día, con sus propias manos, arrojaron los aparejos de la nave.

20. Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos.

21. Entonces Pablo, ya que hacía mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido en verdad conveniente, oh varones, haberme oído y no zarpar de Creta, para así evitar este peligro y pérdida.

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