1. ¡Ay de mí!, porque he venido a ser como cuando han recogido los frutos del verano, como cuando han rebuscado después de la vendimia y no queda racimo para comer; mi alma deseó los primeros frutos.
2. Ha desaparecido el misericordioso de la tierra, y ninguno hay recto entre los hombres; todos acechan para derramar sangre; cada cual tiende red a su hermano.
3. Para completar la maldad con sus manos, el príncipe exige, y el juez juzga por recompensa; y el poderoso habla según el capricho de su alma, y juntos lo traman.
4. El mejor de ellos es como el espino; el más recto, peor que el zarzal; el día de tus atalayas y de tu castigo viene; ahora será su confusión.
5. No creáis en amigo ni confiéis en compañero; de la que duerme a tu lado, cuídate de abrir tu boca.
6. Porque el hijo deshonra al padre, la hija se levanta contra la madre, la nuera contra su suegra, y los enemigos del hombre son los de su propia casa.
7. Pero yo acudiré a Jehová; esperaré al Dios de mi salvación; el Dios mío me oirá.