1. ¡Ay de mí!, porque he venido a ser como cuando han recogido los frutos del verano, como cuando han rebuscado después de la vendimia y no queda racimo para comer; mi alma deseó los primeros frutos.
2. Ha desaparecido el misericordioso de la tierra, y ninguno hay recto entre los hombres; todos acechan para derramar sangre; cada cual tiende red a su hermano.
3. Para completar la maldad con sus manos, el príncipe exige, y el juez juzga por recompensa; y el poderoso habla según el capricho de su alma, y juntos lo traman.