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Ester 4:3-12 Reina-Valera 1909 (RVR1909)

3. Y en cada provincia y lugar donde el mandato del rey y su decreto llegaban, había entre los judíos gran luto, y ayuno, y llanto y lamentación; cilicio y ceniza eran la cama de muchos.

4. Y vinieron las doncellas de Ester y sus eunucos y se lo dijeron; y la reina sintió gran dolor, y envió vestidos para hacer vestir a Mardoqueo y hacerle quitar el cilicio de sobre él; pero él no los aceptó.

5. Entonces Ester llamó a Hatac, uno de los eunucos del rey que él había designado para el servicio de ella, y lo mandó a Mardoqueo, con orden de averiguar qué era aquello y el porqué.

6. Salió, pues, Hatac adonde estaba Mardoqueo, a la plaza de la ciudad que estaba delante de la puerta del rey.

7. Y Mardoqueo le declaró todo lo que le había acontecido, y le dijo de la plata que Amán había dicho que pagaría a los tesoros del rey a cambio de la destrucción de los judíos.

8. Le dio también una copia del texto del decreto que había sido promulgado en Susa para que fuesen destruidos, a fin de que la mostrara a Ester, y se lo declarase, y le encargara que fuese ante el rey a suplicarle y a interceder delante de él por su pueblo.

9. Y regresó Hatac y contó a Ester las palabras de Mardoqueo.

10. Entonces Ester habló con Hatac y le mandó decir a Mardoqueo:

11. Todos los servidores del rey y el pueblo de las provincias del rey saben que para cualquier hombre o mujer que entre al patio interior para ver al rey, sin ser llamado, hay una sola ley: Ha de morir, salvo aquel a quien el rey extienda el cetro de oro; ése vivirá, y yo no he sido llamada para entrar a ver al rey estos treinta días.

12. Y dijeron a Mardoqueo las palabras de Ester.

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