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Antiguo Testamento

Nuevo Testamento

1 Samuel 5 Reina-Valera 1909 (RVR1909)

1. Y cuando los filisteos capturaron el arca de Dios, la trajeron desde Eben-ezer a Asdod.

2. Y tomaron los filisteos el arca de Dios, y la llevaron a la casa de Dagón y la pusieron junto a Dagón.

3. Y al siguiente día los de Asdod se levantaron de mañana, y he aquí que Dagón estaba postrado en tierra delante del arca de Jehová; y tomaron a Dagón y volvieron a ponerlo en su lugar.

4. Y al levantarse de mañana al siguiente día, he aquí que Dagón había caído postrado en tierra delante del arca de Jehová; y la cabeza de Dagón y las dos palmas de sus manos estaban cortadas sobre el umbral, habiéndole quedado a Dagón el tronco solamente.

5. Por esta causa los sacerdotes de Dagón, y todos los que entran en el templo de Dagón, no pisan el umbral de Dagón en Asdod, hasta hoy.

6. Y se agravó la mano de Jehová sobre los de Asdod, y los destruyó y los hirió con tumores en Asdod y en todos sus territorios.

7. Y viendo esto los de Asdod, dijeron: Que no se quede con nosotros el arca del Dios de Israel, porque su mano es dura sobre nosotros y sobre nuestro dios Dagón.

8. Enviaron, pues, a reunir a todos los príncipes de los filisteos y les dijeron: ¿Qué haremos con el arca del Dios de Israel? Y ellos respondieron: Pásese el arca del Dios de Israel a Gat. Y pasaron allá el arca del Dios de Israel.

9. Y aconteció que cuando la hubieron pasado, la mano de Jehová cayó contra la ciudad provocando gran destrucción; e hirió a los hombres de aquella ciudad desde el menor hasta el mayor, y se llenaron de tumores.

10. Entonces enviaron el arca de Dios a Ecrón. Y cuando el arca de Dios llegó a Ecrón, los ecronitas dieron voces, diciendo: Han pasado a nosotros el arca del Dios de Israel para matarnos a nosotros y a nuestro pueblo.

11. Y enviaron y reunieron a todos los príncipes de los filisteos, diciendo: Llévese el arca del Dios de Israel y devuélvase a su lugar, para que no nos mate a nosotros ni a nuestro pueblo; pues había pánico de muerte en toda la ciudad, y el peso de la mano de Dios se había agravado allí.

12. Y los que no morían eran heridos con tumores, y el clamor de la ciudad subía al cielo.