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Marcos 5:7-25 Nueva Versión Internacional (NVI)

7. —¿Por qué te entrometes, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? —gritó con fuerza—. ¡Te ruego por Dios que no me atormentes!

8. Es que Jesús le había dicho: «¡Sal de este hombre, espíritu maligno!»

9. —¿Cómo te llamas? —le preguntó Jesús.—Me llamo Legión —respondió—, porque somos muchos.

10. Y con insistencia le suplicaba a Jesús que no los expulsara de aquella región.

11. Como en una colina estaba paciendo una manada de muchos cerdos, los demonios le rogaron a Jesús:

12. —Mándanos a los cerdos; déjanos entrar en ellos.

13. Así que él les dio permiso. Cuando los espíritus malignos salieron del hombre, entraron en los cerdos, que eran unos dos mil, y la manada se precipitó al lago por el despeñadero y allí se ahogó.

14. Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y dieron la noticia en el pueblo y por los campos, y la gente fue a ver lo que había pasado.

15. Llegaron adonde estaba Jesús, y cuando vieron al que había estado poseído por la legión de demonios, sentado, vestido y en su sano juicio, tuvieron miedo.

16. Los que habían presenciado estos hechos le contaron a la gente lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos.

17. Entonces la gente comenzó a suplicarle a Jesús que se fuera de la región.

18. Mientras subía Jesús a la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le permitiera acompañarlo.

19. Jesús no se lo permitió, sino que le dijo:—Vete a tu casa, a los de tu familia, y diles todo lo que el Señor ha hecho por ti y cómo te ha tenido compasión.

20. Así que el hombre se fue y se puso a proclamar en Decápolis lo mucho que Jesús había hecho por él. Y toda la gente se quedó asombrada.

21. Después de que Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se reunió alrededor de él una gran multitud, por lo que él se quedó en la orilla.

22. Llegó entonces uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Al ver a Jesús, se arrojó a sus pies,

23. suplicándole con insistencia:—Mi hijita se está muriendo. Ven y pon tus manos sobre ella para que se sane y viva.

24. Jesús se fue con él, y lo seguía una gran multitud, la cual lo apretujaba.

25. Había entre la gente una mujer que hacía doce años padecía de hemorragias.

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