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Marcos 5:12-28 Nueva Versión Internacional (NVI)

12. —Mándanos a los cerdos; déjanos entrar en ellos.

13. Así que él les dio permiso. Cuando los espíritus malignos salieron del hombre, entraron en los cerdos, que eran unos dos mil, y la manada se precipitó al lago por el despeñadero y allí se ahogó.

14. Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y dieron la noticia en el pueblo y por los campos, y la gente fue a ver lo que había pasado.

15. Llegaron adonde estaba Jesús, y cuando vieron al que había estado poseído por la legión de demonios, sentado, vestido y en su sano juicio, tuvieron miedo.

16. Los que habían presenciado estos hechos le contaron a la gente lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos.

17. Entonces la gente comenzó a suplicarle a Jesús que se fuera de la región.

18. Mientras subía Jesús a la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le permitiera acompañarlo.

19. Jesús no se lo permitió, sino que le dijo:—Vete a tu casa, a los de tu familia, y diles todo lo que el Señor ha hecho por ti y cómo te ha tenido compasión.

20. Así que el hombre se fue y se puso a proclamar en Decápolis lo mucho que Jesús había hecho por él. Y toda la gente se quedó asombrada.

21. Después de que Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se reunió alrededor de él una gran multitud, por lo que él se quedó en la orilla.

22. Llegó entonces uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Al ver a Jesús, se arrojó a sus pies,

23. suplicándole con insistencia:—Mi hijita se está muriendo. Ven y pon tus manos sobre ella para que se sane y viva.

24. Jesús se fue con él, y lo seguía una gran multitud, la cual lo apretujaba.

25. Había entre la gente una mujer que hacía doce años padecía de hemorragias.

26. Había sufrido mucho a manos de varios médicos, y se había gastado todo lo que tenía sin que le hubiera servido de nada, pues en vez de mejorar, iba de mal en peor.

27. Cuando oyó hablar de Jesús, se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto.

28. Pensaba: «Si logro tocar siquiera su ropa, quedaré sana.»

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