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Lucas 7:24-40 Nueva Versión Internacional (NVI)

24. Cuando se fueron los enviados, Jesús comenzó a hablarle a la multitud acerca de Juan: «¿Qué salieron a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?

25. Si no, ¿qué salieron a ver? ¿A un hombre vestido con ropa fina? Claro que no, pues los que se visten ostentosamente y llevan una vida de lujo están en los palacios reales.

26. Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿A un profeta? Sí, les digo, y más que profeta.

27. Éste es de quien está escrito:»“Yo estoy por enviar a mi mensajero delante de ti,el cual preparará el camino.”

28. Les digo que entre los mortales no ha habido nadie más grande que Juan; sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es más grande que él.»

29. Al oír esto, todo el pueblo, y hasta los recaudadores de impuestos, reconocieron que el camino de Dios era justo, y fueron bautizados por Juan.

30. Pero los fariseos y los expertos en la ley no se hicieron bautizar por Juan, rechazando así el propósito de Dios respecto a ellos.

31. «Entonces, ¿con qué puedo comparar a la gente de esta generación? ¿A quién se parecen ellos?

32. Se parecen a niños sentados en la plaza que se gritan unos a otros:»“Tocamos la flauta,y ustedes no bailaron;entonamos un canto fúnebre,y ustedes no lloraron.”

33. Porque vino Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y ustedes dicen: “Tiene un demonio.”

34. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y ustedes dicen: “Éste es un glotón y un borracho, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores.”

35. Pero la sabiduría queda demostrada por los que la siguen.»

36. Uno de los fariseos invitó a Jesús a comer, así que fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa.

37. Ahora bien, vivía en aquel pueblo una mujer que tenía fama de pecadora. Cuando ella se enteró de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de alabastro lleno de perfume.

38. Llorando, se arrojó a los pies de Jesús, de manera que se los bañaba en lágrimas. Luego se los secó con los cabellos; también se los besaba y se los ungía con el perfume.

39. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado dijo para sí: «Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la que lo está tocando, y qué clase de mujer es: una pecadora.»

40. Entonces Jesús le dijo a manera de respuesta:—Simón, tengo algo que decirte.—Dime, Maestro —respondió.

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