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Ezequiel 8:5-18 Nueva Versión Internacional (NVI)

5. Y Dios me dijo: «Hijo de hombre, levanta la vista hacia el norte.» Yo miré en esa dirección, y en la entrada misma, al norte de la puerta del altar, vi el ídolo que provoca los celos de Dios.

6. También me dijo: «Hijo de hombre, ¿ves las grandes abominaciones que cometen los israelitas en este lugar, y que me hacen alejarme de mi santuario? Realmente no has visto nada todavía; peores abominaciones verás.»

7. Después me llevó a la entrada del atrio. En el muro había un agujero.

8. Entonces me dijo: «Hijo de hombre, agranda el agujero del muro.» Yo agrandé el agujero en el muro y me encontré con una puerta.

9. Dios me dijo: «Entra y observa las abominaciones que allí cometen.»

10. Yo entré y a lo largo del muro vi pinturas de todo tipo: figuras de reptiles y de otros animales repugnantes, y de todos los malolientes ídolos de Israel.

11. Setenta jefes israelitas estaban de pie frente a los ídolos, rindiéndoles culto. Entre ellos se encontraba Jazanías hijo de Safán. Cada uno tenía en la mano un incensario, del cual subía una fragante nube de incienso.

12. Y él me dijo: «Hijo de hombre, ¿ves lo que hacen los jefes israelitas en los oscuros nichos de sus ídolos? Andan diciendo: “No hay ningún Señor que nos vea. El Señor ha abandonado el país.”»

13. Y añadió: «Ya los verás cometer mayores atrocidades.»

14. Luego me llevó a la entrada del templo del Señor, a la puerta que da hacia el norte. Allí estaban unas mujeres sentadas, que lloraban por el dios Tamuz.

15. Entonces Dios me dijo: «Hijo de hombre, ¿ves esto? Pues aún las verás cometer mayores atrocidades.»

16. Y me llevó al atrio interior del templo. A la entrada del templo, entre el vestíbulo y el altar, había unos veinticinco hombres que estaban mirando hacia el oriente y adoraban al sol, de espaldas al templo del Señor.

17. Me dijo: «Hijo de hombre, ¿ves esto? ¿Tan poca cosa le parece a Judá cometer tales abominaciones, que también ha llenado la tierra de violencia y no deja de provocarme? ¡Mira cómo me enardecen, pasándome por la nariz sus pestilentes ramos!

18. Por eso, voy a actuar con furor. No les tendré piedad ni compasión. Por más que me imploren a gritos, ¡no los escucharé!»

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