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2 Reyes 9:21-34 Nueva Versión Internacional (NVI)

21. —¡Enganchen el carro! —exclamó Jorán.Así lo hicieron. Y en seguida Jorán, rey de Israel, y Ocozías, rey de Judá, cada uno en su carro, salieron y se encontraron con Jehú en la propiedad que había pertenecido a Nabot el jezrelita.

22. Cuando Jorán vio a Jehú, le preguntó:—Jehú, ¿vienes en son de paz?—¿Cómo puede haber paz mientras haya tantas idolatrías y hechicerías de tu madre Jezabel? —replicó Jehú.

23. Jorán se dio la vuelta para huir, mientras gritaba:—¡Traición, Ocozías!

24. Pero Jehú, que ya había tensado su arco, le disparó a Jorán por la espalda, y la flecha le atravesó el corazón. Jorán se desplomó en el carro,

25. y Jehú le ordenó a su ayudante Bidcar:—Saca el cadáver y tíralo en el terreno que fue propiedad de Nabot el jezrelita. Recuerda el día en que tú y yo conducíamos juntos detrás de Acab, padre de Jorán, y el Señor pronunció contra él esta sentencia:

26. “Ayer vi aquí la sangre de Nabot y de sus hijos. Por lo tanto, juro que en este mismo terreno te haré pagar por ese crimen. Yo, el Señor, lo afirmo.” Saca, pues, el cadáver y tíralo en el terreno, según la palabra que dio a conocer el Señor.

27. Cuando Ocozías, rey de Judá, vio lo que pasaba, huyó en dirección a Bet Hagán. Pero Jehú lo persiguió, y ordenó:—¡Mátenlo a él también!Y lo hirieron en su carro cuando iba por la cuesta de Gur, cerca de Ibleam, pero logró escapar y llegar a Meguido. Allí murió.

28. Luego sus siervos trasladaron el cuerpo a Jerusalén, la Ciudad de David, donde lo sepultaron en su tumba, junto a sus antepasados.

29. Ocozías había ascendido al trono en el undécimo año del reinado de Jorán hijo de Acab.

30. Cuando Jezabel se enteró de que Jehú estaba regresando a Jezrel, se sombreó los ojos, se arregló el cabello y se asomó a la ventana.

31. Al entrar Jehú por la puerta de la ciudad, ella le preguntó:—¿Cómo estás, Zimri, asesino de tu señor?

32. Levantando la vista hacia la ventana, Jehú gritó:—¿Quién está de mi parte? ¿Quién?Entonces se asomaron dos o tres oficiales,

33. y Jehú les ordenó:—¡Arrójenla de allí!Así lo hicieron, y su sangre salpicó la pared y a los caballos que la pisotearon.

34. Luego Jehú se sentó a comer y beber, y dio esta orden:—Ocúpense de esa maldita mujer; denle sepultura, pues era hija de un rey.

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