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Juan 1:18-37 Nueva Traducción Viviente (NTV)

18. Nadie ha visto jamás a Dios; pero el Hijo, el Único, él mismo es Dios y está íntimamente ligado al Padre. Él nos ha revelado a Dios.

19. Este fue el testimonio que dio Juan cuando los líderes judíos enviaron sacerdotes y ayudantes del templo desde Jerusalén para preguntarle:—¿Quién eres?

20. Él dijo con toda franqueza:—Yo no soy el Mesías.

21. —Bien. Entonces, ¿quién eres? —preguntaron—. ¿Eres Elías?—No —contestó.—¿Eres el Profeta que estamos esperando?—No.

22. —Entonces, ¿quién eres? Necesitamos alguna respuesta para los que nos enviaron. ¿Qué puedes decirnos de ti mismo?

23. Juan contestó con las palabras del profeta Isaías:«Soy una voz que clama en el desierto:“¡Abran camino para la llegada del Señor!”».

24. Entonces los fariseos que habían sido enviados

25. le preguntaron:—Si no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta, ¿con qué derecho bautizas?

26. Juan les dijo:—Yo bautizo con agua, pero aquí mismo, en medio de la multitud, hay alguien a quien ustedes no reconocen.

27. Aunque su servicio viene después del mío, yo ni siquiera soy digno de ser su esclavo, ni de desatar las correas de sus sandalias.

28. Ese encuentro ocurrió en Betania, una región situada al oriente del río Jordán, donde Juan estaba bautizando.

29. Al día siguiente, Juan vio que Jesús se le acercaba y dijo: «¡Miren! ¡El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!

30. A él me refería cuando yo decía: “Después de mí, vendrá un hombre que es superior a mí porque existe desde mucho antes que yo”.

31. No lo reconocí como el Mesías, aunque estuve bautizando con agua para que él fuera revelado a Israel».

32. Entonces Juan dio testimonio: «Vi al Espíritu Santo descender del cielo como una paloma y reposar sobre él.

33. Yo no sabía que era el Mesías, pero cuando Dios me envió a bautizar con agua, me dijo: “Aquel, sobre quien veas que el Espíritu desciende y reposa, es el que bautizará con el Espíritu Santo”.

34. Vi que eso sucedió con Jesús, por eso doy testimonio de que él es el Elegido de Dios».

35. Al día siguiente, Juan estaba otra vez allí con dos de sus discípulos.

36. Al pasar Jesús, Juan lo miró y declaró: «¡Miren! ¡Ahí está el Cordero de Dios!».

37. Cuando los dos discípulos de Juan lo oyeron, siguieron a Jesús.

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