58. lo arrastraron fuera de la ciudad y comenzaron a apedrearlo. Sus acusadores se quitaron las túnicas y las pusieron a los pies de un joven que se llamaba Saulo.
59. Mientras lo apedreaban, Esteban oró: «Señor Jesús, recibe mi espíritu».
60. Cayó de rodillas gritando: «¡Señor, no los culpes por este pecado!». Dicho eso, murió.