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Josué 8:17-29 Nueva Traducción Viviente (NTV)

17. No quedó ni un solo hombre en Hai o en Betel que no persiguiera a los israelitas, y la ciudad quedó completamente desprotegida.

18. Entonces el Señor le dijo a Josué: «Apunta hacia Hai con la lanza que tienes en la mano, porque te entregaré la ciudad». Así que Josué hizo lo que se le ordenó.

19. En cuanto Josué dio la señal, todos los hombres que esperaban en la emboscada salieron de golpe de sus puestos e invadieron la ciudad en masa. Enseguida la sitiaron y le prendieron fuego.

20. Cuando los hombres de Hai miraron hacia atrás, vieron que salía tanto humo de la ciudad que cubría el cielo, y ya no tenían adónde ir. Pues los israelitas que habían huido hacia el desierto se dieron vuelta y atacaron a los que los perseguían.

21. Cuando Josué y todos los demás israelitas vieron que la emboscada había dado resultado y que de la ciudad salía humo, se dieron vuelta y atacaron a los hombres de Hai.

22. Mientras tanto, los israelitas que habían entrado en la ciudad salieron y atacaron al enemigo por la retaguardia. De esa manera los hombres de Hai quedaron atrapados en medio, ya que los guerreros israelitas los encerraron por ambos lados. Israel los atacó, y no sobrevivió ni escapó una sola persona.

23. Solo al rey de Hai lo capturaron vivo y lo llevaron ante Josué.

24. Cuando el ejército israelita terminó de perseguir y de matar a todos los hombres de Hai en campo abierto, regresó y acabó con la gente que había quedado en la ciudad.

25. Ese día fue exterminada toda la población de Hai, incluidos hombres y mujeres, doce mil personas en total.

26. Pues Josué mantuvo la lanza extendida hasta que todos los habitantes de Hai fueron totalmente destruidos.

27. Solo los animales y los tesoros de la ciudad no fueron destruidos, porque los israelitas los tomaron como botín, tal como el Señor le había ordenado a Josué.

28. Luego Josué incendió la ciudad de Hai, la cual se convirtió en un montón de ruinas y aún sigue desolada hasta el día de hoy.

29. Entonces Josué atravesó al rey de Hai con un poste afilado y lo dejó allí colgado hasta la tarde. A la puesta del sol, los israelitas bajaron el cuerpo como Josué ordenó y lo arrojaron frente a la puerta de la ciudad. Apilaron un montón de piedras sobre él, las cuales todavía pueden verse hasta el día de hoy.

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