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Génesis 38:14-24 Nueva Traducción Viviente (NTV)

14. Tamar ya sabía que Sela había crecido, pero aún no se había arreglado nada para que ella se casara con él. Así que se quitó la ropa de viuda y se cubrió con un velo para disfrazarse. Luego se sentó junto al camino, a la entrada de la aldea de Enaim, la cual está rumbo a Timna.

15. Judá la vio y creyó que era una prostituta, porque ella tenía el rostro cubierto.

16. Entonces se detuvo y le hizo una propuesta indecente:—Déjame tener sexo contigo —le dijo, sin darse cuenta de que era su propia nuera.—¿Cuánto me pagarás por tener sexo contigo? —preguntó Tamar.

17. —Te enviaré un cabrito de mi rebaño —prometió Judá.—¿Pero qué me darás como garantía de que enviarás el cabrito? —preguntó ella.

18. —¿Qué clase de garantía quieres? —respondió él.Ella contestó:—Déjame tu sello de identidad junto con su cordón, y el bastón que llevas.Entonces Judá se los entregó. Después tuvo relaciones sexuales con ella, y Tamar quedó embarazada.

19. Luego ella regresó a su casa, se quitó el velo y se puso la ropa de viuda como de costumbre.

20. Más tarde Judá le pidió a su amigo Hira el adulamita que llevara el cabrito a la mujer y recogiera las cosas que le había dejado como garantía, pero Hira no pudo encontrarla.

21. Entonces preguntó a los hombres de ese lugar:—¿Dónde puedo encontrar a la prostituta del templo local que se sentaba junto al camino, a la entrada de Enaim?—Nunca hemos tenido una prostituta del templo aquí —contestaron ellos.

22. Entonces Hira regresó a donde estaba Judá y le dijo:—No pude encontrarla por ninguna parte, y los hombres de la aldea afirman que nunca ha habido una prostituta del templo pagano en ese lugar.

23. —Entonces deja que se quede con las cosas que le di —dijo Judá—. Envié el cabrito, tal como acordamos, pero tú no pudiste encontrarla. Si regresamos a buscarla, seremos el hazmerreír del pueblo.

24. Unos tres meses después, le dijeron a Judá:—Tu nuera Tamar se ha comportado como una prostituta y ahora, como consecuencia, está embarazada.—¡Sáquenla y quémenla! —ordenó Judá.

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