11. Te di joyas preciosas, pulseras y hermosos collares,
12. un anillo para la nariz, aretes para las orejas y una hermosa corona para la cabeza.
13. Así quedaste adornada con oro y plata. Tus ropas eran de lino fino con bordados hermosos. Comiste los mejores alimentos —harina selecta, miel y aceite de oliva— y te pusiste más hermosa que nunca. Parecías una reina ¡y lo eras!
14. Tu fama pronto se extendió por todo el mundo a causa de tu belleza. Te vestí de mi esplendor y perfeccioné tu belleza, dice el Señor Soberano.
15. »”Pero pensaste que eras dueña de tu fama y tu belleza. Entonces te entregaste como prostituta a todo hombre que pasaba. Tu belleza estaba a la disposición del que la pidiera.
16. Usaste los hermosos regalos que te di para construir lugares de culto a ídolos, donde te prostituiste. ¡Qué increíble! ¿Cómo pudo ocurrir semejante cosa?
17. Tomaste las joyas y los adornos de oro y plata que yo te había dado y te hiciste estatuas de hombres y les rendiste culto. ¡Eso es adulterio contra mí!
18. Usaste las ropas con bordados hermosos que te di para vestir a tus ídolos. Después usaste mi aceite especial y mi incienso para rendirles culto.
19. ¡Imagínate! Ofreciste ante ellos en sacrificio la harina selecta, el aceite de oliva y la miel que yo te había dado, dice el Señor Soberano.
20. »”Luego tomaste a tus hijos e hijas —los que diste a luz para mí— y los sacrificaste a tus dioses. ¿No era suficiente con haberte prostituido?
21. ¿También tenías que masacrar a mis hijos ofreciéndolos en sacrificio a ídolos?
22. En todos tus años de adulterio y pecado detestable, no recordaste ni una sola vez los días pasados, cuando estabas desnuda y tirada en el campo, pataleando en tu propia sangre.
23. »”¡Qué aflicción te espera!, dice el Señor Soberano. Además de todas tus otras perversidades,
24. edificaste un santuario pagano y levantaste altares a ídolos en la plaza de cada ciudad.
25. En cada esquina contaminaste tu belleza ofreciendo tu cuerpo a todo el que pasaba, en una interminable ola de prostitución.
26. Luego agregaste a tu lista de amantes al lujurioso Egipto y provocaste mi enojo con tu creciente promiscuidad.