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2 Reyes 4:14-28 Nueva Traducción Viviente (NTV)

14. Más tarde, Eliseo le preguntó a Giezi:—¿Qué podemos hacer por ella?—Ella no tiene hijos —contestó Giezi—, y su esposo ya es anciano.

15. —Llámala de nuevo —le dijo Eliseo.La mujer regresó y se quedó de pie en la puerta mientras Eliseo le dijo:

16. —El año que viene, por esta fecha, ¡tendrás un hijo en tus brazos!—¡No, señor mío! —exclamó ella—. Hombre de Dios, no me engañes así ni me des falsas esperanzas.

17. Efectivamente, la mujer pronto quedó embarazada y al año siguiente, por esa fecha, tuvo un hijo, tal como Eliseo le había dicho.

18. Cierto día, el niño, ya más grande, salió a ayudar a su padre en el trabajo con los cosechadores,

19. y de repente gritó: «¡Me duele la cabeza! ¡Me duele la cabeza!».Su padre le dijo a uno de sus sirvientes: «Llévalo a casa, junto a su madre».

20. Entonces el sirviente lo llevó a su casa, y la madre lo sostuvo en su regazo; pero cerca del mediodía, el niño murió.

21. Ella lo subió y lo recostó sobre la cama del hombre de Dios; luego cerró la puerta y lo dejó allí.

22. Después le envió un mensaje a su esposo: «Mándame a uno de los sirvientes y un burro para que pueda ir rápido a ver al hombre de Dios y luego volver enseguida».

23. —¿Por qué ir hoy? —preguntó él—. No es ni festival de luna nueva ni día de descanso.Pero ella dijo:—No importa.

24. Entonces ensilló el burro y le dijo al sirviente: «¡Apúrate! Y no disminuyas el paso a menos que yo te lo diga».

25. Cuando ella se acercaba al hombre de Dios, en el monte Carmelo, Eliseo la vio desde lejos y le dijo a Giezi: «Mira, allí viene la señora de Sunem.

26. Corre a su encuentro y pregúntale: “¿Están todos bien, tú, tu esposo y tu hijo?”».«Sí —contestó ella—, todo está bien».

27. Sin embargo, cuando ella se encontró con el hombre de Dios en la montaña, se postró en el suelo delante de él y se agarró de sus pies. Giezi comenzó a apartarla, pero el hombre de Dios dijo: «Déjala. Está muy angustiada, pero el Señor no me ha dicho qué le pasa».

28. Entonces ella dijo: «¿Acaso yo te pedí un hijo, señor mío? ¿Acaso no te dije: “No me engañes ni me des falsas esperanzas”?».

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