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Lucas 8:39-56 Nueva Biblia al Día (NBD)

39. —Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho por ti.El hombre se fue y le contó a todo el pueblo lo que Jesús había hecho por él.

40. Cuando Jesús regresó, la gente lo recibió con alegría, pues todos lo estaban esperando.

41. En eso llegó un hombre llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga. Se arrojó a los pies de Jesús y le suplicó que fuera a su casa,

42. porque su única hija, que tenía doce años, se estaba muriendo.Mientras Jesús iba hacia allá, la gente lo apretujaba.

43. Entre la gente había una mujer que estaba enferma desde hacía doce años. Tenía derrames de sangre y nadie había podido sanarla, a pesar de haber gastado cuanto tenía en médicos.

44. Ella se acercó a Jesús por detrás y le tocó el borde del manto. En ese mismo momento quedó sana.

45. Jesús preguntó:—¿Quién me tocó?Como todos negaban haberlo tocado, Pedro le dijo:—Maestro, es mucha la gente que te aprieta y empuja.

46. Jesús respondió:—Pero alguien me ha tocado; lo sé porque de mí ha salido poder.

47. La mujer, al verse descubierta, fue temblando y se arrojó a los pies de Jesús. Y allí, frente a toda la gente, le contó por qué lo había tocado y cómo en ese mismo momento había quedado sana.

48. Le dijo Jesús:—Hija, tu fe te ha sanado. Vete tranquila.

49. Jesús estaba todavía hablando, cuando llegó alguien de la casa de Jairo, el jefe de la sinagoga, y le dijo:—Tu hija ha muerto. No molestes más al Maestro.

50. Jesús, que lo oyó, le dijo a Jairo:—No tengas miedo; nada más cree y ella se sanará.

51. Cuando llegó a la casa de Jairo, sólo permitió que entraran con él Pedro, Juan, Jacobo y el padre y la madre de la niña; y nadie más.

52. Todos estaban llorando y lamentaban la muerte de la niña. Pero Jesús les dijo:—¡No lloren! Ella no está muerta, sino dormida.

53. La gente empezó a burlarse de él, porque sabían que estaba muerta.

54. Pero él la tomó de la mano y le dijo:—¡Niña, levántate!

55. Ella volvió a la vida y al instante se levantó. Entonces Jesús mandó que le dieran de comer.

56. Los padres estaban asombrados, pero él les ordenó que no contaran a nadie lo que había sucedido.

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