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Juan 1:9-27 Nueva Biblia al Día (NBD)

9. La luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, ya estaba por llegar a este mundo.

10. El que es la luz estaba en el mundo, y Dios creó el mundo por medio de él, pero el mundo no lo reconoció.

11. Vino a este mundo, que es suyo, y los suyos no lo recibieron.

12. Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en él, les dio el derecho de ser hijos de Dios.

13. Los hijos de Dios no nacen de la sangre, ni por deseos naturales o por voluntad humana, sino que nacen de Dios.

14. Y la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos visto su gloria, la gloria que le pertenece al Hijo único del Padre, en el que abundan el amor y la verdad.

15. Juan habló de él y, a voz en cuello, gritó: «Éste es del que yo les había dicho que venía después de mí. Pero él es más importante que yo, porque existía antes que yo».

16. De la abundancia que hay en él, todos hemos recibido bendición sobre bendición.

17. Por medio de Moisés recibimos la ley mientras que por medio de Jesucristo recibimos el amor y la verdad.

18. A Dios nadie lo ha visto nunca; pero el Hijo único, que es Dios mismo y siempre está en unión con el Padre, nos ha enseñado cómo es, para que así lo podamos conocer.

19. Los judíos de Jerusalén enviaron sacerdotes y ayudantes del templo para que le preguntaran a Juan quién era él. Esto es lo que Juan les respondió:

20. —Yo no soy el Cristo.Así dijo sin negarse a confesarlo claramente.

21. Le preguntaron:—¿Y quién eres entonces? ¿Eres acaso Elías?Él respondió:—No lo soy.—¿Eres el Profeta?—No.

22. Le dijeron:—¿Quién eres entonces? Tenemos que llevar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué puedes decir de ti mismo?

23. Juan respondió con las palabras del profeta Isaías:—Yo soy la voz del que grita en el desierto: “Preparen un camino recto para el Señor”.

24. Los enviados de los fariseos

25. le preguntaron:—Si no eres el Cristo, ni Elías ni el Profeta, ¿por qué bautizas?

26. Juan respondió:—Yo bautizo con agua, pero entre ustedes hay alguien a quien ustedes no conocen,

27. que viene después de mí. A él, yo ni siquiera merezco desatarle la correa de las sandalias.

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