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Apocalipsis 14:8-20 Nueva Biblia al Día (NBD)

8. Y otro ángel que lo seguía gritaba:«¡Cayó Babilonia! ¡Cayó la gran ciudad que sedujo a las naciones a participar del vino de su adulterio!»

9. Inmediatamente, un tercer ángel lo siguió gritando: «¡Cualquiera que adore a la bestia y a su estatua, y se deje marcar en la frente o en la mano,

10. tendrá que beber del vino del furor de Dios que se ha echado puro en la copa de la ira divina!; y se le atormentará con fuego y azufre ardiendo en presencia de los santos ángeles y el Cordero.

11. El humo de su tormento se elevará eternamente, y el que adore a la bestia y a su estatua o se deje marcar con su nombre no tendrá alivio ni de día ni de noche».

12. Aquí se verá la paciencia del pueblo santo que obedece los mandamientos de Dios y es fiel a Jesús.

13. Oí entonces una voz que me decía desde el cielo:«Escribe esto: ¡Dichosos los que de ahora en adelante mueren unidos al Señor —dice el Espíritu—, porque cesarán para ellos las penas y las tareas, y Dios los premiará por sus acciones».

14. Entonces vi una nube blanca y, sentado en ella, a alguien muy parecido al Hijo del Hombre, con una corona de oro en la frente y una hoz bien afilada en la mano.

15. Del templo salió otro ángel y le gritó:«¡Mete la hoz y recoge la cosecha! ¡Los sembrados del mundo están listos para ser cosechados!»

16. Entonces el que estaba sentado en la nube pasó la hoz sobre la tierra y recogió la cosecha.

17. Luego salió otro ángel del templo que está en el cielo; portaba también una hoz bien afilada.

18. Inmediatamente del altar salió otro ángel que tenía poder para destruir el mundo con fuego, y le gritó al ángel que tenía la hoz: «¡Corta los racimos de los viñedos del mundo, porque ya las uvas están completamente maduras!»

19. El ángel arrojó la hoz sobre la tierra y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios.

20. Y exprimieron las uvas en un lugar que está fuera de la ciudad, y de ése lugar brotó un río de sangre de trescientos kilómetros de extensión, en el que un caballo podía sumergirse hasta las bridas.

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