6. Dije yo en mi prosperidad: «Esto es para siempre. ¡Ahora nada puede detenerme!
7. El SEÑOR me ha mostrado su gracia. Me ha dado firmeza como de montaña». Entonces, SEÑOR, apartaste de mí tu rostro y quedé destruido.
8. Clamé a ti, SEÑOR. ¡Ay, como supliqué!
9. «SEÑOR, ¿qué ganarás con matarme? ¿Acaso puede el polvo mío hablar desde el sepulcro y proclamar al mundo tu fidelidad?
10. Escúchame, SEÑOR; apiádate y ayúdame».
11. Entonces, él transformó mi dolor en danza. Me quitó mi ropa de luto y me vistió de fiesta,
12. para que pudiera entonarle alegres alabanzas en vez de yacer en el silencio de la tumba. SEÑOR, Dios mío, proseguiré expresándote mi gratitud eternamente.