23-24. Él destruye a los sanos, ricos, y prósperos.
25. Dios destruye también a los que padecen espantosa miseria y jamás poseyeron bien alguno.
26. Unos y otros son sepultados en el mismo polvo; devorados por los mismos gusanos.
27. »Sé muy bien lo que están pensando, y los planes que tienen de hacerme daño.
28. También sé que se preguntan: “¿Dónde está la mansión del potentado? ¿Dónde están las moradas de los inicuos?”
29. Pero yo respondo: pregúntenle a cualquiera que tenga experiencia y él les dirá la verdad:
30-32. que al malvado suele eximírsele en el día de la calamidad, y permitírsele que huya. Nadie lo reprende en público. Nadie le da su merecido. Y una guardia de honor le rinde homenaje en su tumba.
33. Un gran cortejo fúnebre lo precede y lo sigue cuando lo conducen a la mullida tierra que lo ha de cubrir.
34. »¿Cómo pueden ustedes consolarme con palabras tan faltas de fundamento?»