31. Que ya no confíe en vanas riquezas; que no se engañe más, pues el dinero en que confía será su única recompensa.
32. Antes que muera, toda esa insignificancia le saltará a la vista. Porque todo lo que constituía su seguridad, desaparecerá,
33. y caerá en tierra como uva marchita. ¡Qué poca sustancia darán sus esperanzas!
34. Porque los impíos son estériles: no logran producir nada realmente bueno. El fuego de Dios los consume junto con todas sus posesiones.
35. Lo único que pueden concebir es pecado; su corazón sólo da a luz maldad».