10. Cuando los altos dignatarios de Judá oyeron lo que ocurría, acudieron aprisa desde el palacio y se sentaron a la entrada principal del templo para entablar un juicio.
11. Los sacerdotes y los falsos profetas presentaron sus cargos contra Jeremías ante los dignatarios y el pueblo:—Este hombre merece morir, decían. Con sus propios oídos han oído su traición, pues ha declarado que esta ciudad será destruida.
12. Jeremías habló en defensa propia:—Ha sido el SEÑOR quien me ha enviado para anunciar la destrucción de este templo y esta ciudad. Él me dio cada una de las palabras que he pronunciado.
13. Pero si dejan de cometer tantas maldades y comienzan a seguir las instrucciones del SEÑOR su Dios, él revocará todo el castigo que ha anunciado contra ustedes.
14. En lo que a mí toca, indefenso estoy en poder de ustedes, hagan de mí lo que quieran.
15. Pero una cosa sí les digo: Si me matan serán culpables de la muerte de un inocente, y la responsabilidad recaerá sobre esta ciudad y cuantos en ella viven, porque es absolutamente cierto que el SEÑOR fue quien me envió a decir cada una de las palabras que de mí han oído.
16. Los dignatarios y el pueblo dijeron al sacerdote y a los falsos profetas:—Este hombre no es digno de muerte, pues nos ha hablado en nombre del SEÑOR nuestro Dios.
17. Entonces uno de los sabios ancianos se puso de pie y habló a todo el pueblo que lo rodeaba: