17. El SEÑOR, su Redentor, el Santo de Israel, dice: Yo soy el SEÑOR Dios de ustedes, que los castiga para su bien y que los guía por la senda que deben seguir.
18. ¡Ay, ojalá que hubieran atendido mis leyes! Entonces habrían disfrutado de paz que fluiría como manso río, y de grandes oleadas de justicia.
19. Entonces habrían llegado a ser tan numerosos e incontables como los granos de arena de las playas del mundo, y su destrucción no habría sido necesaria.
20. ¡Líbrense de su cautiverio! ¡Salgan de Babilonia, cantando en el camino! ¡Grítenle a los extremos de la tierra que el SEÑOR ha redimido a sus siervos los israelitas!
21. Cuando él los guió por los desiertos, no padecieron sed. Él abrió la roca y de ella brotó agua para que bebieran.
22. Pero no hay paz para el malvado, dice el SEÑOR.