9. —¿Por qué ese perro muerto maldice a mi señor, el rey? —preguntó Abisay hijo de Sarvia—. ¡Déme permiso para ir y cortarle la cabeza!
10. —No —dijo el rey—. Si el SEÑOR le ha permitido que me maldiga, ¿quién soy yo para oponerme?
11. Mi propio hijo está tratando de matarme, y este benjaminita solamente me maldice. Déjenlo tranquilo, porque sin duda el SEÑOR le ha dicho que lo haga.
12. Quizá el SEÑOR tenga en cuenta mi profundo dolor, y en vez de maldiciones envíe bendiciones sobre mí.
13. David y sus hombres siguieron su marcha, y Simí los siguió hasta una colina cercana, maldiciendo y arrojando piedras contra David y lanzando polvo al aire.
14. El rey y todos los que estaban con él llegaron extenuados a Bajurín, de modo que descansaron allí.
15. Mientras tanto, Absalón y sus hombres llegaron a Jerusalén acompañados por Ajitofel.
16. Cuando el amigo de David, Husay el arquita llegó, fue inmediatamente a ver a Absalón.—¡Que Dios dé larga vida al rey! —exclamó—. ¡Que viva el rey!
17. —¿Es ésta tu manera de tratar a tu amigo David? —le preguntó Absalón—. ¿Por qué no te fuiste con él?
18. —Porque yo trabajo para el hombre que ha sido escogido por el SEÑOR y por Israel —respondió Husay—.
19. Debo estar aquí. Yo ayudé a su padre y ahora lo serviré a usted.
20. Absalón se volvió a Ajitofel y le preguntó:—¿Qué debo hacer ahora?
21. Ajitofel le dijo:—Vaya y acuéstese con las concubinas que su padre dejó cuidando el palacio. Así todo Israel sabrá que usted ha insultado al rey David y que no hay posibilidad de reconciliación. Entonces todos los que están apoyándolo a usted se sentirán más seguros.
22. Enseguida levantaron una tienda en el terrado del palacio, donde todos pudieran ver; y Absalón entró en la tienda para acostarse con las concubinas de su padre.