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1 Reyes 2:18-33 Nueva Biblia al Día (NBD)

18. —Muy bien —respondió Betsabé—, se lo pediré.

19. Ella fue a pedirle el favor al rey Salomón. El rey se puso de pie cuando ella entró y le hizo una reverencia. Ordenó que junto a su trono se colocara una silla para su madre. Y ella se sentó a su lado derecho.

20. —Tengo una petición que presentarte —dijo ella—. Espero que no me la niegues.—¿De qué se trata, madre mía? —le preguntó—. Tú sabes que no te la negaré.

21. —Permite que tu hermano Adonías se case con Abisag —respondió ella.—¿Te das cuenta de lo que pides? —dijo él—. Si yo le diera a Abisag, también le estaría dando el reino. Él es mi hermano mayor, y cuenta con el apoyo del sacerdote Abiatar y de Joab hijo de Sarvia.

23-24. Entonces el rey Salomón hizo un gran juramento: «¡Que Dios me mate si Adonías no muere este mismo día, por haber hecho estos planes contra mí! ¡Lo juro por el Dios vivo, que me ha dado el trono de mi padre y este reino que él me prometió!»

25. Salomón ordenó a Benaías hijo de Joyadá que fuera y matara a Adonías. Y Benaías cumplió la orden del rey.

26. En cuanto al sacerdote Abiatar, el rey le dijo: «Regresa a tu hogar en Anatot. También deberías morir, pero no lo haré ahora. Tú transportaste el cofre del SEÑOR durante el reinado de mi padre, y sufriste con él todas las persecuciones».

27. Así que Salomón obligó a Abiatar a renunciar a su puesto de sacerdote del SEÑOR. De esa manera se cumplió lo establecido por el SEÑOR en Siló acerca de los descendientes de Elí.

28. Cuando Joab se enteró de la muerte de Adonías, corrió al santuario en busca de refugio y se aferró a los cuernos del altar. Joab había apoyado la revuelta de Adonías, aunque no la de Absalón.

29. Cuando el rey Salomón se enteró de que Joab había entrado al santuario, y que se hallaba junto al altar, envió a Benaías para que lo ejecutara.

30. Benaías entró en el Santuario y le dijo a Joab:—El rey te ordena que salgas.—No saldré —dijo Joab—. ¡Aquí moriré!Entonces Benaías volvió a consultar al rey.

31. —¡Haz lo que él dice! —respondió el rey—. Ve y mátalo ahí mismo, y sepúltalo. De este modo, tanto yo como la casa de mi padre quedaremos libres de culpa por los asesinatos que, sin ninguna razón, él cometió.

32. Entonces el SEÑOR lo tendrá a él por responsable personal del asesinato de dos hombres que eran mejores que él. Porque mi padre no tuvo parte en la muerte del general Abner, jefe del ejército de Israel, ni en la del general Amasá, jefe del ejército de Judá.

33. Que Joab y sus descendientes por siempre lleven la culpa de estos crímenes, y quiera el SEÑOR declarar inocentes de estas muertes a David y a sus descendientes.

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