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Mateo 16:5-21 La Palabra Versión Hispanoamericana (BLPH)

5. Cuando los discípulos llegaron a la otra orilla del lago, se dieron cuenta de que habían olvidado llevar pan.

6. Jesús les advirtió:—Miren, tengan cuidado con la levadura de los fariseos y de los saduceos.

7. Los discípulos comentaban entre ellos: «Esto lo dice porque no hemos traído pan».

8. Pero Jesús, dándose cuenta de ello, les dijo:—¿Por qué están comentando entre ustedes que les falta pan? ¡Lo que les falta es fe!

9. ¿Aún no son capaces de entender? ¿Ya no recuerdan los cinco panes repartidos entre los cinco mil hombres y cuántos cestos recogieron?

10. ¿Ni los siete panes repartidos entre los cuatro mil y cuántas espuertas recogieron?

11. ¿Cómo es que no entienden que yo no me refería al pan cuando les decía: «Tengan cuidado con la levadura de los fariseos y de los saduceos»?

12. Entonces los discípulos cayeron en la cuenta de que Jesús no les prevenía contra la levadura del pan, sino contra las enseñanzas de los fariseos y de los saduceos.

13. Cuando Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos:—¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?

14. Ellos contestaron:—Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que Jeremías o algún otro profeta.

15. Jesús les preguntó:—Y ustedes, ¿quién dicen que soy?

16. Entonces Simón Pedro declaró:—¡Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo!

17. Jesús le contestó:—¡Feliz tú, Simón, hijo de Jonás, porque ningún mortal te ha revelado esto, sino mi Padre que está en los cielos!

18. Por eso te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra* voy a edificar mi Iglesia*, y el poder del abismo no la vencerá.

19. Yo te daré las llaves del reino de los cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.

20. Entonces Jesús ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.

21. A partir de aquel momento, Jesús empezó a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén, y que los ancianos del pueblo, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley le harían sufrir mucho, y luego lo matarían, pero que al tercer día resucitaría.

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