32. Les hablaba con toda claridad. Pedro entonces, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo.
33. Pero Jesús se volvió y, mirando a sus discípulos, reprendió a su vez a Pedro, diciéndole:—¡Apártate de mí, Satanás! ¡Tú no piensas como piensa Dios, sino como piensa la gente!
34. Luego Jesús convocó a la gente y a sus propios discípulos y les dijo:—Si alguno quiere ser discípulo mío, deberá olvidarse de sí mismo, cargar con su cruz y seguirme.
35. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que entregue su vida por mi causa* y por la causa de la buena noticia, ese la salvará.
36. Pues ¿de qué le sirve a uno ganar el mundo entero si pierde su propia vida?
37. ¿O qué podrá dar una persona a cambio de su vida?
38. Pues bien, si alguno se avergüenza de mí y de mi mensaje delante de esta gente infiel y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga rodeado de la gloria de su Padre y acompañado de los santos ángeles.