Antiguo Testamento

Nuevo Testamento

Marcos 8:19-36 La Palabra Versión Hispanoamericana (BLPH)

19. de cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas? ¿Cuántos cestos llenos de trozos sobrantes recogieron?Le contestaron:—Doce.

20. —Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil personas, ¿cuántas espuertas de trozos sobrantes recogieron?Le contestaron:—Siete.

21. Y Jesús les dijo:—¿Y aún siguen sin entender?

22. Cuando llegaron a Betsaida, le presentaron a Jesús un ciego y le pidieron que lo tocase.

23. Jesús tomó de la mano al ciego y lo condujo fuera de la aldea. Allí le untó los ojos con saliva, puso las manos sobre él y le preguntó:—¿Ves algo?

24. El ciego abrió los ojos y dijo:—Veo a la gente. Son como árboles que andan.

25. Jesús le puso otra vez las manos sobre los ojos, y entonces el ciego comenzó a ver perfectamente. Estaba curado y hasta de lejos podía ver todo con toda claridad.

26. Después Jesús lo mandó a su casa, encargándole que ni siquiera entrase en la aldea.

27. Jesús y sus discípulos se fueron a las aldeas de Cesarea de Filipo. Por el camino les preguntó:—¿Quién dice la gente que soy yo?

28. Ellos contestaron:—Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que alguno de los profetas.

29. Jesús volvió a preguntarles:—Y ustedes, ¿quién dicen que soy?Entonces Pedro declaró:—¡Tú eres el Mesías!

30. Pero Jesús les mandó que no hablaran a nadie sobre él.

31. Entonces Jesús empezó a explicarles que el Hijo del hombre tenía que sufrir mucho; que había de ser rechazado por los ancianos del pueblo, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley; que luego lo matarían, pero que al tercer día resucitaría.

32. Les hablaba con toda claridad. Pedro entonces, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo.

33. Pero Jesús se volvió y, mirando a sus discípulos, reprendió a su vez a Pedro, diciéndole:—¡Apártate de mí, Satanás! ¡Tú no piensas como piensa Dios, sino como piensa la gente!

34. Luego Jesús convocó a la gente y a sus propios discípulos y les dijo:—Si alguno quiere ser discípulo mío, deberá olvidarse de sí mismo, cargar con su cruz y seguirme.

35. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que entregue su vida por mi causa* y por la causa de la buena noticia, ese la salvará.

36. Pues ¿de qué le sirve a uno ganar el mundo entero si pierde su propia vida?

Leer capítulo completo Marcos 8