30. En cambio, los fariseos y los doctores de la ley rechazaron el designio de Dios para ellos, negándose a que Juan los bautizara.
31. Jesús siguió diciendo:—¿Con qué compararé a esta gente de hoy? ¿A quién es comparable?
32. Puede compararse a esos niños que se sientan en la plaza y se interpelan unos a otros: «¡Hemos tocado la flauta para ustedes, y no han bailado; les hemos cantado tonadas tristes, y no han llorado!».
33. Porque vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, y ustedes dijeron de él: «Tiene un demonio dentro».
34. Pero después ha venido el Hijo del hombre*, que come y bebe, y dicen: «Ahí tienen a un glotón y borracho, amigo de andar con recaudadores de impuestos y con gente de mala reputación».
35. Pero la sabiduría se acredita en los que verdaderamente la poseen.
36. Un fariseo invitó a Jesús a comer. Fue, pues, Jesús a casa del fariseo y se sentó a la mesa.
37. Vivía en aquella ciudad una mujer de mala reputación que, al enterarse de que Jesús estaba en casa del fariseo, tomó un frasco de alabastro lleno de perfume
38. y fue a ponerse detrás de Jesús, junto a sus pies. La mujer rompió a llorar y con sus lágrimas bañaba los pies de Jesús y los secaba con sus propios cabellos; los besaba también y finalmente derramó sobre ellos el perfume.
39. Al verlo, el fariseo que había invitado a Jesús se dijo para sí mismo: «Si este fuera profeta, sabría quién es y qué reputación tan mala tiene la mujer que está tocándolo».
40. Entonces Jesús se dirigió a él y le dijo:—Simón, quiero decirte una cosa.Simón le contestó:—Dime, Maestro.
41. Jesús siguió:—Había una vez un acreedor que tenía dos deudores, uno de los cuales le debía diez veces más que el otro.