23. ¡Y felices aquellos para quienes yo no soy causa de tropiezo!
24. Cuando se fueron los enviados de Juan, Jesús se puso a hablar de él a la gente. Decía:—Cuando ustedes salieron al desierto, ¿qué esperaban encontrar? ¿Una caña agitada por el viento?
25. ¿O esperaban encontrar un hombre espléndidamente vestido? Los que visten con lujo y se dan la buena vida viven en los palacios reales.
26. ¿Qué esperaban, entonces, encontrar? ¿Un profeta? Pues sí, les digo, y más que profeta.
27. Precisamente a él se refieren las Escrituras cuando dicen: Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino.
28. Les digo que no ha nacido nadie mayor que Juan; sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios, es mayor que él.
29. El pueblo entero, que escuchaba a Juan, y aun los mismos recaudadores de impuestos, reconocían que su mensaje procedía de Dios, y recibieron su bautismo.
30. En cambio, los fariseos y los doctores de la ley rechazaron el designio de Dios para ellos, negándose a que Juan los bautizara.
31. Jesús siguió diciendo:—¿Con qué compararé a esta gente de hoy? ¿A quién es comparable?
32. Puede compararse a esos niños que se sientan en la plaza y se interpelan unos a otros: «¡Hemos tocado la flauta para ustedes, y no han bailado; les hemos cantado tonadas tristes, y no han llorado!».
33. Porque vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, y ustedes dijeron de él: «Tiene un demonio dentro».
34. Pero después ha venido el Hijo del hombre*, que come y bebe, y dicen: «Ahí tienen a un glotón y borracho, amigo de andar con recaudadores de impuestos y con gente de mala reputación».