26. Todos los presentes quedaron atónitos y comenzaron a alabar a Dios. Sobrecogidos de temor, decían:—¡Hoy hemos visto cosas increíbles!
27. Después de esto, Jesús salió de allí y vio a un recaudador de impuestos llamado Leví*, que estaba sentado en su despacho de recaudación de impuestos. Le dijo:—Sígueme.
28. Leví se levantó y, dejándolo todo, lo siguió.
29. Más tarde, Leví hizo en su casa una gran fiesta en honor de Jesús, y juntamente con ellos se sentaron a la mesa una multitud de recaudadores de impuestos y de otras personas.
30. Los fariseos y sus maestros de la ley se pusieron a murmurar y preguntaron a los discípulos de Jesús:—¿Cómo es que ustedes se juntan a comer y beber con recaudadores de impuestos y gente de mala reputación?
31. Jesús les contestó:—No necesitan médico los que están sanos, sino los que están enfermos.
32. Yo no he venido a llamar a los buenos, sino a los pecadores, para que se conviertan.
33. Entonces dijeron a Jesús:—Los discípulos de Juan ayunan a menudo y se dedican a la oración, y lo mismo hacen los de los fariseos. ¡En cambio, los tuyos comen y beben!
34. Jesús les contestó:—¿Harían ustedes ayunar a los invitados a una boda mientras el novio está con ellos?
35. Ya llegará el momento en que les faltará el novio; entonces ayunarán.
36. Además les puso este ejemplo:—Nadie corta un trozo de tela a un vestido nuevo para remendar uno viejo. De hacerlo así, se estropearía el nuevo y al viejo no le quedaría bien la pieza del nuevo.