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Hechos 9:23-42 La Palabra Versión Hispanoamericana (BLPH)

23. Algún tiempo después, los judíos se propusieron matar a Saulo.

24. Pero alguien lo puso al corriente de tales propósitos y, aunque los judíos vigilaban día y noche las puertas de la ciudad con intención de asesinarlo,

25. los discípulos de Saulo lo descolgaron una noche por la muralla, metido dentro de un cesto.

26. Cuando Saulo llegó a Jerusalén, trató de unirse al grupo de los discípulos; pero todos lo miraban con recelo, pues no acababan de creer que fuera uno de ellos.

27. Entonces, Bernabé lo tomó consigo y lo presentó a los apóstoles. Les contó cómo Saulo había visto al Señor en su viaje hacia Damasco, de qué manera le había hablado el Señor y con qué valentía había hablado en Damasco acerca de Jesús.

28. A partir de entonces, Saulo se movía libremente por Jerusalén en compañía de los apóstoles, y hablaba sin miedo acerca del Señor.

29. Pero pronto entró en polémica con los judíos de lengua griega, que comenzaron a tramar planes para matarlo.

30. Al enterarse, los hermanos lo escoltaron hasta Cesarea y después lo encaminaron a Tarso.

31. La Iglesia gozó de un período de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Fueron días en que, impulsada por el Espíritu Santo y plenamente fiel al Señor, iba consolidándose y extendiéndose cada vez más.

32. Pedro, que recorría incansable todos los lugares, fue también a visitar a los fieles de Lida.

33. Allí encontró a un hombre llamado Eneas, a quien la parálisis tenía postrado en cama desde hacía ocho años.

34. Pedro le dijo:—Eneas, Jesucristo va a curarte; levántate y haz tu cama.Eneas se levantó inmediatamente.

35. Y cuando los habitantes de Lida y de toda la llanura de Sarón lo vieron sano, se convirtieron al Señor.

36. Había en Jope una mujer creyente* llamada Tabita, nombre que significa «Gacela». Se dedicaba por entero a hacer buenas obras y a socorrer a los necesitados.

37. Pero uno de aquellos días cayó enferma y murió. Lavaron su cadáver y lo depositaron en la habitación del piso de arriba.

38. Los discípulos de Jope, ciudad próxima a Lida, se enteraron de que Pedro se hallaba en esta última ciudad y enviaron urgentemente dos hombres con este ruego:—Ven a nuestra ciudad sin pérdida de tiempo.

39. Pedro partió con ellos enseguida. Al llegar a Jope le hicieron subir a la habitación donde estaba la difunta. Allí se vio rodeado de viudas que, anegadas en lágrimas, le mostraban los vestidos y mantos que Gacela les hacía cuando estaba con ellas.

40. Pedro hizo salir a todos y, arrodillándose, se puso a orar. Se acercó después al cadáver y dijo:—¡Tabita, levántate!Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó en el lecho.

41. Él la tomó de la mano y la ayudó a ponerse en pie; llamó luego a las viudas y a los fieles, y se la presentó con vida.

42. La noticia corrió por toda Jope, y fueron muchos los que creyeron en el Señor.

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