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Hechos 28:3-18 La Palabra Versión Hispanoamericana (BLPH)

3. Pablo había recogido también una brazada de leña; al arrojarla a la hoguera, una víbora, huyendo de las llamas, hizo presa en su mano.

4. Cuando los isleños vieron al reptil colgando de la mano de Pablo, se dijeron unos a otros:—Este hombre es realmente un asesino; aunque se ha librado de la tempestad, la justicia divina no permite que viva.

5. Pablo, sin embargo, se sacudió el reptil arrojándolo al fuego y no experimentó daño alguno.

6. Esperaban los isleños que se hinchara o que cayera muerto de repente. Pero, después de un largo rato sin que nada le aconteciese, cambiaron de opinión y exclamaron:—¡Es un dios!

7. Cerca de aquel lugar había una finca que pertenecía a Publio, el gobernador de la isla, quien se hizo cargo de nosotros y nos hospedó durante tres días.

8. Se daba la circunstancia de que el padre de Publio estaba en cama aquejado por unas fiebres y disentería. Pablo fue a visitarlo y, después de orar, le impuso las manos y lo curó.

9. A la vista de esto, acudieron también los demás enfermos de la isla, y Pablo los curó.

10. Fueron muchas las muestras de aprecio que nos dispensaron los isleños, que, al hacernos de nuevo a la mar, nos suministraron todo lo necesario.

11. Al cabo de tres meses zarpamos en un buque alejandrino que tenía por enseña a Cástor y Pólux y que había invernado en aquella isla.

12. Llegamos a Siracusa, donde hicimos escala por tres días.

13. De allí continuamos hasta Regio* bordeando la costa. Al otro día sopló el viento del sur, por lo que, después de dos singladuras, arribamos a Pozzuoli.

14. En esta ciudad encontramos a algunos hermanos que nos invitaron a pasar una semana con ellos. Seguidamente nos encaminamos hacia Roma.

15. Los hermanos, que habían recibido noticias de nuestra llegada, salieron a nuestro encuentro al Foro de Apio y a Tres Tabernas. Y cuando Pablo los vio, dio gracias a Dios y se sintió reconfortado.

16. Al llegar a Roma, recibió Pablo autorización para residir en un domicilio particular, con un soldado que lo vigilara.

17. Tres días más tarde, Pablo convocó a todos los dirigentes judíos y, cuando estaban reunidos, les dijo:—Hermanos, nunca he sido traidor a nuestro pueblo o a nuestras tradiciones. Sin embargo, estoy preso porque los judíos me entregaron en Jerusalén a las autoridades romanas.

18. Estas, después de haberme interrogado, quisieron soltarme, pues no había contra mí cargo alguno merecedor de la pena capital.

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