9. Habíamos perdido mucho tiempo y resultaba peligroso continuar navegando, pues estaba ya entrado el otoño. Así que Pablo aconsejaba:
10. —Señores, opino que proseguir viaje ahora es arriesgado y puede acarrear graves daños, no solo a la nave y a su cargamento, sino también a nosotros mismos.
11. Pero el oficial confiaba más en el criterio del capitán y del patrón del barco que en el de Pablo.
12. Como, además, el puerto no era apropiado para invernar, la mayoría se inclinó por hacerse a la mar y tratar de llegar a Fenice, un puerto de Creta orientado al suroeste y al noroeste, para pasar allí el invierno.
13. Comenzó a soplar entonces una ligera brisa del sur, por lo que pensaron que el proyecto era realizable; así que levaron anclas y fueron costeando Creta.
14. Pero muy pronto se desencadenó un viento huracanado procedente de la isla, el llamado Euroaquilón.
15. Incapaz la nave de hacer frente a un viento que la arrastraba sin remedio, nos dejamos ir a la deriva.
16. Pasamos a sotavento de Cauda, una pequeña isla a cuyo abrigo logramos con muchos esfuerzos recuperar el control del bote salvavidas.
17. Una vez izado a bordo, ciñeron el casco del buque con cables de refuerzo y, por temor a encallar en los bancos de arena de la Sirte*, soltaron el ancla flotante y continuaron a la deriva.
18. Al día siguiente, como arreciaba el temporal, los marineros comenzaron a aligerar la carga.
19. Y al tercer día tuvieron que arrojar al mar, con sus propias manos, el aparejo de la nave.
20. El sol y las estrellas permanecieron ocultos durante muchos días y, como la tempestad no disminuía, perdimos toda esperanza de salvarnos.
21. Hacía tiempo que nadie a bordo probaba bocado; así que Pablo se puso en medio de todos y dijo:—Compañeros, deberían haber atendido mi consejo y no haber zarpado de Creta. Así hubiéramos evitado esta desastrosa situación.