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Hechos 17:14-29 La Palabra Versión Hispanoamericana (BLPH)

14. Así que, sin pérdida de tiempo, los hermanos condujeron a Pablo hasta la costa; Silas y Timoteo se quedaron en Berea.

15. Los que acompañaban a Pablo lo escoltaron hasta Atenas y regresaron con el encargo de que Silas y Timoteo se reuniesen cuanto antes con él.

16. Mientras esperaba en Atenas a Silas y a Timoteo, Pablo se sentía exasperado al ver la ciudad sumida en la idolatría.

17. Conversaba en la sinagoga con los judíos y con los que, sin serlo, rendían culto al Dios verdadero; y lo mismo hacía diariamente en la plaza mayor con los transeúntes.

18. También entraron en contacto con él algunos filósofos epicúreos y estoicos*. Unos preguntaban:—¿Qué podrá decir este charlatán?Otros, basándose en que anunciaba la buena nueva de Jesús y de la resurrección, comentaban:—Parece ser un propagandista de dioses extranjeros.

19. Así que, sin más miramientos, lo llevaron al Areópago y le preguntaron:—¿Puede saberse qué nueva doctrina es esta que enseñas?

20. Pues nos estás martilleando los oídos con extrañas ideas y queremos saber qué significa todo esto.

21. (Téngase en cuenta que todos los atenienses, y también los residentes extranjeros, no se ocupaban más que de charlar sobre las últimas novedades).

22. Pablo, erguido en el centro del Areópago, tomó la palabra y se expresó así:—Atenienses: resulta a todas luces evidente que ustedes son muy religiosos.

23. Lo prueba el hecho de que, mientras deambulaba por la ciudad contemplando los monumentos sagrados, he encontrado un altar con esta inscripción: «Al dios desconocido». Pues al que ustedes adoran sin conocerlo, a ese les vengo a anunciar.

24. Es el Dios que ha creado el universo y todo lo que en él existe; siendo como es el Señor de cielos y tierra, no habita en templos construidos por hombres

25. ni tiene necesidad de ser honrado por humanos, pues es él quien imparte a todos vida, aliento y todo lo demás.

26. Él ha hecho que, a partir de uno solo, las más diversas razas humanas pueblen la superficie entera de la tierra, determinando las épocas concretas y los lugares exactos en que debían habitar.

27. Y esto para ver si, aunque fuese a tientas, pudieran encontrar a Dios, que realmente no está muy lejos de cada uno de nosotros.

28. En él, efectivamente, vivimos, nos movemos y existimos*, como bien dijeron algunos de sus poetas: «Estirpe suya somos».

29. Siendo, pues, estirpe de Dios, no debemos suponer que la divinidad tenga algún parecido con esas imágenes de oro, plata o mármol, que son labradas por el arte y la inspiración humana.

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