Antiguo Testamento

Nuevo Testamento

Hebreos 12:2-13 La Palabra Versión Hispanoamericana (BLPH)

2. Hagámoslo con los ojos puestos en Jesús, origen y plenitud de nuestra fe. Jesús, que, renunciando a una vida placentera*, afrontó sin acobardarse la ignominia de la cruz y ahora está sentado junto al trono de Dios.

3. Tengan, por tanto, en cuenta a quien soportó una oposición tan fuerte de parte de los pecadores. Si lo hacen así, el desaliento no se apoderará de ustedes.

4. En realidad, aún no han llegado ustedes a derramar sangre en su lucha contra el pecado,

5. pero sí han olvidado la exhortación paternal que les dirige la Escritura: Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor ni pierdas el ánimo cuando él te reprenda,

6. pues el Señor corrige a quien ama y castiga a quien reconoce como hijo.

7. Acepten ustedes la corrección, que es señal de que Dios los trata como a hijos. ¿Hay, en efecto, algún padre que no corrija a su hijo?

8. Pero si quedan privados de la corrección que todos reciben, es que son bastardos y no hijos legítimos.

9. Además, si en la tierra hemos tenido unos padres que nos han corregido y, sin embargo, los hemos respetado, ¿no deberemos, con mucha más razón, someternos al Padre sobrenatural si queremos tener vida?

10. Aquellos, en efecto, nos educaban según sus criterios para una vida corta; este, en cambio, nos educa para algo provechoso, a saber, para que participemos de su propia santidad.

11. Ninguna corrección resulta placentera cuando se recibe; al contrario, es desagradable. Mas a la postre, a quienes se sirven de ella para ejercitarse, les reporta frutos de paz y rectitud.

12. Así pues, ármense de valor y no se dejen vencer por el cansancio,

13. y encaminen sus pasos por senderos llanos para que el pie cojo no sufra una nueva torcedura, sino que pueda, más bien, sanar.

Leer capítulo completo Hebreos 12