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2 Samuel 19:12-29 La Palabra Versión Hispanoamericana (BLPH)

12. Cuando los comentarios de Israel llegaron a oídos del rey, él mandó a decir a los sacerdotes Sadoc y Abiatar:—Digan a los ancianos de Judá: «¿Por qué van a ser los últimos en restablecer al rey en su palacio?

13. Ustedes son mis hermanos de sangre, ¿serán los últimos en restablecer al rey?».

14. Y a Amasá le dirán: «Tú eres mi pariente. Que Dios me castigue si no te nombro general vitalicio del ejército en sustitución de Joab».

15. David se ganó a todos los de Judá de forma unánime, y ellos mandaron a decir al rey:—Regresa con toda tu gente.

16. El rey emprendió el regreso y llegó al Jordán. Los de Judá fueron a Guilgal para salir al encuentro del rey y ayudarle a cruzar el Jordán.

17. Simeí, el hijo de Guerá, benjaminita de Bajurín, se apresuró a bajar con los hombres de Judá al encuentro del rey David.

18. Iba acompañado por mil hombres de Benjamín. También llegó Sibá, el criado de la familia de Saúl, con sus quince hijos y veinte siervos. Ambos llegaron al Jordán antes que el rey

19. y cruzaron el vado para ayudar a pasar a la familia del rey y ponerse a su disposición. Simeí, el hijo de Guerá, se postró ante el rey, cuando iba a cruzar el Jordán,

20. y le dijo:—Que mi señor no tenga en cuenta mi delito, ni recuerde las ofensas de su siervo el día en que el rey, mi señor, salía de Jerusalén. Que el rey no se las tome a pecho.

21. Tu siervo reconoce que te ha ofendido. Por eso, hoy he sido el primero de toda la casa de José en venir a recibir al rey, mi señor.

22. Abisay, el hijo de Seruyá, intervino diciendo:—¿Y con esto va a seguir vivo Simeí, siendo así que maldijo al ungido del Señor?

23. David contestó:—¡Esto no es asunto de ustedes, hijos de Seruyá! ¡Dejen hoy de ponerme a prueba! Hoy no debe morir nadie en Israel, pues ahora estoy seguro de que soy el rey de Israel.

24. Luego dijo a Simeí:—No vas a morir.Y el rey se lo juró.

25. Mefibóset, el nieto de Saúl, bajó también al encuentro del rey. No se había lavado los pies, ni arreglado la barba, ni lavado sus ropas desde el día en que el rey se marchó hasta el día en que volvía a salvo.

26. Cuando llegó de Jerusalén al encuentro del rey, este le preguntó:—Mefibóset, ¿por qué no viniste conmigo?

27. Él respondió:—Majestad, mi criado me traicionó. Pues yo me dije: «voy a aparejar el burro, para montar en él y marchar con el rey», ya que tu servidor está cojo.

28. Por lo tanto, han calumniado a tu servidor ante el rey, mi señor. Pero su majestad es como un enviado de Dios. Haz, pues, lo que te parezca mejor.

29. Y aunque para mi señor, el rey, toda la familia de mi padre merecía la muerte, tú invitaste a tu servidor a comer en tu mesa. ¿Con qué derecho, pues, voy a exigir nada más al rey?

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