33. Al llegar el mediodía, la tierra entera quedó sumida en oscuridad hasta las tres de la tarde.
34. A esa hora Jesús gritó con fuerza:— ¡Eloí, Eloí! ¿lemá sabaqtaní? (que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).
35. Lo oyeron algunos de los que estaban allí y comentaron:— Mirad, está llamando a Elías.
36. Uno de ellos fue corriendo a empapar una esponja en vinagre, y con una caña se la acercó a Jesús para que bebiera, diciendo:— Dejad, a ver si viene Elías a librarlo.
37. Pero Jesús, lanzando un fuerte grito, murió.
38. Entonces la cortina del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
39. El comandante de la guardia, que estaba frente a Jesús, al ver cómo había muerto, dijo:— ¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!
40. Había también algunas mujeres contemplándolo todo desde lejos. Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé;
41. eran las que, cuando Jesús estaba en Galilea, lo habían seguido y atendido. Y había también otras muchas que habían venido con él a Jerusalén.
42. Ya al atardecer, como era el día de la preparación, esto es, la víspera del sábado,
43. José de Arimatea*, miembro distinguido del Consejo, que esperaba también el reino de Dios, se presentó valerosamente a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
44. Pilato, extrañado de que ya hubiera muerto, mandó llamar al comandante de la guardia para preguntarle si efectivamente había muerto ya.