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Jeremías 38:4-9 La Palabra Versión Española (BLP)

4. Los dignatarios dijeron al rey:—Ese hombre debe morir, porque, al hablar de tal modo, está debilitando el ánimo de los soldados que quedan en la ciudad y del resto de la gente. En realidad, ese hombre no busca el bienestar del pueblo, sino su desgracia.

5. Respondió el rey Sedecías:—Lo dejo a vuestra disposición, pues ni siquiera el rey puede nada contra vosotros.

6. Agarraron a Jeremías y lo arrojaron a la cisterna de Malquías, príncipe real, la que está en el patio de la guardia, bajándolo con sogas. La cisterna no tenía agua, pero estaba llena de barro, y Jeremías se hundió en él.

7. El cusita Ebedmélec, un eunuco que vivía en el palacio real, se enteró de que Jeremías había sido arrojado a la cisterna. El rey estaba en la Puerta de Benjamín;

8. así que Ebedmélec salió del palacio y fue a entrevistarse con el monarca. Le dijo:

9. —Majestad, no está bien que esos hombres hayan maltratado al profeta Jeremías arrojándolo a la cisterna. Seguro que morirá de hambre, pues no queda pan en la ciudad.

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