2. se reunió tanta gente, que no quedaba sitio ni siquiera ante la puerta. Y Jesús les anunciaba su mensaje.
3. Le trajeron entonces, entre cuatro, un paralítico.
4. Como a causa de la multitud no podían llegar hasta Jesús, levantaron un trozo del techo por encima de donde él estaba y, a través de la abertura, bajaron la camilla con el paralítico.
5. Jesús, viendo la fe de quienes lo llevaban, dijo al paralítico:— Hijo, tus pecados quedan perdonados.
6. Estaban allí sentados unos maestros de la ley, que pensaban para sí mismos:
7. “¿Cómo habla así este? ¡Está blasfemando! ¡Solamente Dios puede perdonar pecados!”.
8. Jesús, que al instante se dio cuenta de lo que estaban pensando en su interior, les preguntó:— ¿Por qué estáis pensando eso?
9. ¿Qué es más fácil? ¿Decir al paralítico: “Tus pecados quedan perdonados”, o decirle: “Levántate, recoge tu camilla y anda”?
10. Pues voy a demostraros que el Hijo del hombre tiene autoridad para perdonar pecados en este mundo.Se volvió al paralítico y le dijo:
11. — A ti te hablo: Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa.
12. Y él se levantó, recogió al punto su camilla y se fue en presencia de todos. Todos los presentes quedaron asombrados y alabaron a Dios diciendo:— Nunca habíamos visto cosa semejante.
13. Jesús volvió a la orilla del lago, y toda la gente acudía a él para recibir sus enseñanzas.
14. Al pasar, vio a Leví*, el hijo de Alfeo, que estaba sentado en su despacho de recaudación de impuestos, y le dijo:— Sígueme.Leví se levantó y lo siguió.
15. Más tarde, estando Jesús sentado a la mesa en casa de Leví, muchos recaudadores de impuestos y gente de mala reputación se sentaron también con él y sus discípulos, porque eran muchos los que seguían a Jesús.
16. Pero algunos maestros de la ley pertenecientes al partido de los fariseos, al ver que comía con recaudadores de impuestos y gente de mala reputación, preguntaron a los discípulos:— ¿Por qué se sienta a comer con esa clase de gente?