33. En aquel momento recobré la razón. También recuperé el honor y la majestad, para gloria de mi reino. Mis consejeros y ministros me reclamaron, se me devolvió el reino y se acrecentó mi poder.
34. Por eso yo, Nabucodonosor, alabo, ensalzo y reconozco la gloria del Rey del cielo: todas sus obras son verdaderas; todas sus formas de actuar, justas. Él tiene poder para humillar a las personas arrogantes.